Voces desde el campo

Voces desde el campo 1  

La iniciativa Food Box: reconstruyendo los sistemas alimentarios dirigidos por mujeres en Gaza

Plataforma Urbana y Periurbana de Gaza (GUPAP) y Plataforma de Mujeres Urbanas Emprendedoras (UWAF), Palestina.

En la Franja de Gaza, GUPAP apoyó la formación de la Plataforma de Mujeres Urbanas Emprendedoras (UWAF) en 2019 para unir y empoderar a las mujeres productoras y trabajadoras agrícolas, y construir un sistema alimentario independiente y resiliente para todos los palestinos. En el contexto de crisis prolongada de Gaza, la inseguridad alimentaria y el acceso restringido a tierras, semillas y razas de calidad, así como al agua y al mar, han provocado una disminución de la autosuficiencia, exacerbando la vulnerabilidad de las comunidades locales frente al hambre. Las estrategias de GUPAP-UWAF se han centrado en reducir la dependencia de los mercados internacionales, promover/utilizar lo que está disponible localmente, disminuir la huella ecológica de la producción y distribución de alimentos y reconstruir las granjas propiedad de mujeres.

Una iniciativa importante fue recaudar fondos mediante micro-mecenazgo para comprar alimentos locales a 52 agricultoras cuyo medio de vida quedó destruido en los bombardeos de mayo de 2021, y distribuir estos alimentos a mujeres vulnerables que afrontaban crisis sociales y sanitarias, mediante cestas de alimentos que incluían cereales, productos frescos, conservas y alimentos medicinales. Esta iniciativa recibió apoyo de organizaciones no gubernamentales locales y del Ministerio de Agricultura para identificar a los beneficiarios, inspeccionar los alimentos para controlar su calidad y distribuir las cestas de alimentos. 

La acción de la Cesta de Alimentos fue un planteamiento basado en la comunidad, que pertenecía a las mujeres y estaba dirigido por ellas. Apoyó a 52 agricultoras mediante la comercialización de sus productos a precios justos, y a 473 mujeres y sus familias que   afrontaban condiciones de especial vulnerabilidad.  Es igualmente importante que la iniciativa muestre cómo la solidaridad entre los pequeños productores de alimentos, los emprendedores, los gobiernos locales y la población puede ser operativa para diseñar soluciones locales en una situación de crisis prolongada como la que atraviesa Gaza.

Este testimonio procede del informe, Campaña de marketing solidario para aumentar la resiliencia de los miembros de la UWAF en la franja de Gaza, en inglés.

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Agroecología cubana y resiliencia frente a los huracanes

El Movimiento Agroecológico de Campesino a Campesino (MACAC) es un movimiento de base dentro de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) de Cuba, miembro del movimiento campesino internacional La Vía Campesina. En él, los campesinos miembros de la ANAP llevan desde 1997 transformando sus sistemas productivos mediante la aplicación de los principios de la agroecología.

Resiliencia revolucionaria

«En una granja agroecológica, si una cosa no sale adelante, otra lo hará. Siempre hay algo que comer. Pase lo que pase».  – Nini, agricultor agroecológico y miembro de la ANAP.

La geografía cubana hace que este país sea susceptible de sufrir caídas de la producción agrícola como consecuencia de constantes catástrofes naturales. Un factor importante para el éxito del MACAC es sin duda la mayor resiliencia biológica y humana de los sistemas agroecológicos frente a los efectos del cambio climático.

A lo largo de los años, los agricultores cubanos – hombres y mujeres – han sido testigos de los beneficios de la agroecología frente a los huracanes: las explotaciones con un mayor nivel de integración agroecológica han sufrido menos frente a estos fenómenos. Esto puede explicarse en parte por el hecho de que los sistemas agroecológicos padecen menos erosión y deslizamientos de tierras debido a la mayor aplicación de prácticas de conservación de suelos (cultivo en curvas de nivel, control de cárcavas, mayor uso de cultivos de cobertura, etc.). Cuando existen múltiples estratos de vegetación se pierden menos cosechas. Aparte de que las explotaciones agroecológicas no sufren  pérdidas totales por los huracanes (a diferencia de las del monocultivo convencional), las explotaciones con mayores niveles de integración agroecológica se recuperan mucho más rápidamente.

El aumento de los precios de los alimentos en el mercado internacional, así como el precio de los insumos indispensables para la agricultura convencional, nos obligan a considerar un modelo alternativo que cree menos dependencia. La agroecología y el MACAC ofrecen el camino hacia la soberanía alimentaria en Cuba -asegurando una mayor resiliencia ante las adversidades climáticas; la restauración de los suelos degradados por el uso intensivo de agroquímicos; y alimentos sanos- a la vez que sirven de ejemplo, fuente de ideas e inspiración para otros países.

Más información en inglés aquí.

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De la crisis a la agroecología

Ferdinand Wafula, Bio Gardening Innovations (BIOGI), Kenia.

Los y las pequeños agricultores del oeste de Kenia deben cambiar debido a los trastornos mundiales. George y Violet forman parte de los miles de familias de Khwisero, en Kakamega County, que están cambiando sus métodos de cultivo.

George perdió su trabajo debido a la COVID-19, al cerrar muchos negocios. Hace dos años George trasladó a su familia desde Nairobi. Era pintor y promocionaba los productos de una empresa durante la pandemia. Violet, su mujer, pensó que era una buena idea porque así tendría más brazos para labrar la tierra. Trabajar la tierra con su mujer supuso retos y emociones para George. Las escasas lluvias, el retraso de la siembra y las fuertes subidas de los precios de los productos básicos, sobre todo de los insumos agrícolas, fueron como un rayo que fulminó a George. El maíz dejó de ser un cultivo básico. Con la disminución del rendimiento de las cosechas, una familia joven con hijos en edad escolar no podía sobrevivir con tres sacos en lugar de seis.

Violet no tardó en saber de una formación en agricultura respetuosa con la naturaleza impartida por sus compañeros. En 2021, BIOGI la formó como formadora. La ONG BIOGI, con sede en Vihiga, trabaja en el Khwisero Subcounty de Kakamega. La diversidad de cultivos, la integración del ganado y la fertilidad del suelo mediante bioinsumos, cayeron como el agua en la tierra fértil, y brotaron nuevas semillas de esperanza. Entre los variados cultivos locales de la granja de Violet están las batatas, mandioca, verduras locales, cacahuetes y plátanos. «Ya no me estreso por los insumos», dice. Fabrico bioestimulantes y utilizo boniatos y cacahuetes molidos para complementar, o sustituir, al maíz».

La familia adoptó enseguida la formación de BIOGI y AFSA: El proyecto «Suelos sanos, alimentos sanos» se está aplicando en toda la explotación. La familia da las gracias a quienes apoyan la iniciativa y espera aprender más en futuras interacciones y formaciones.

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¿Cómo afrontan la crisis alimentaria los campesinos y campesinas de Sri Lanka?

S.M.N. Maheshika Premachandra, Movimiento por la Reforma Agraria y de la Tierra (MONLAR por sus siglas en inglés), Sri Lanka.

Sri Lanka afronta su peor crisis económica en décadas: alrededor del 30% de sus habitantes sufre inseguridad alimentaria, y uno de cada cuatro se salta habitualmente comidas. Mientras el resto del país lucha por acceder a los alimentos y, por tanto, a una dieta nutritiva, los pequeños agricultores de las zonas rurales han podido satisfacer más o menos las necesidades alimentarias de sus hogares gracias a ser quienes son.

En Sri Lanka, el 80% de la producción total de alimentos depende de cerca de 1,65 millones de pequeños agricultores. Se calcula que el 40% de los hogares del país se dedica a la agricultura, de los cuales el 94%   se dedica a actividades de producción agrícola y el 12% a la ganadería. En las zonas rurales de Sri Lanka,   los agricultores no solo han podido alimentar a sus familias, sino que quienes les rodeaban han podido compartir o comprar productos frescos a los agricultores. Sus modos de cultivo no se han visto muy afectados por la escasez de fertilizantes químicos o plaguicidas; de hecho, han podido explorar y ampliar más sus métodos de cultivo naturales con la creciente demanda de alimentos en los mercados cercanos y su mayor experiencia en la agricultura sin productos químicos. No obstante, debido al aumento de los precios de mercado, los hogares rurales y urbanos están agotando sus ahorros o recurriendo al crédito para comprar otros productos de primera necesidad.

Sin embargo, en el «sector de las grandes fincas agrícolas», que incluye las plantaciones de té y otras «propiedades» similares, más de la mitad de los hogares viven con inseguridad alimentaria, como viene ocurriendo desde hace años. Estos hogares están en peor situación que las poblaciones urbanas y que otros residentes rurales. La mayoría de las comunidades de las propiedades del norte del país no poseen tierras de cultivo: no tienen espacio suficiente ni para plantar un pequeño árbol de chile. En la mayoría de los hogares de estas fincas, las mujeres jóvenes se ven obligadas a buscar oportunidades de trabajo como empleadas de hogar en Oriente Medio; de hecho, una parte significativa de la migración laboral durante el primer trimestre de este año procede de las comunidades de las grandes fincas.

Cuadros

Cuadro 1

Soluciones transformadoras a las crisis alimentarias sistémicas mundiales  

En 2022, una consulta popular mundial sobre las repercusiones de la crisis alimentaria, y las propuestas desde la base, mostraron la realidad que viven los pequeños productores y las comunidades de todo el mundo que afrontan y lideran las respuestas a la crisis alimentaria[1]. Las conclusiones fueron contundentes:

A causa de la pobreza, de los precios abusivos de las grandes empresas y de que es el mercado el que rige el suministro de alimentos, y a pesar de la disponibilidad de alimentos, estos siguieron siendo inasequibles para millones de personas. Han persistido los conflictos, las guerras y la violencia de Estado, y los alimentos se utilizan como arma geopolítica. Los países y las poblaciones que tienen menos responsabilidad en las emisiones de gases de efecto invernadero son los que más han sufrido los efectos del cambio climático, con fenómenos meteorológicos extremos y cosechas fracasadas que han conducido a la pérdida de los medios de subsistencia de los pueblos indígenas y los pequeños productores de alimentos. Persisten las desigualdades de género, por lo que las mujeres y las personas LGBTQI corren mayores riesgos en tiempos de crisis y escasez. Las desigualdades múltiples suelen combinar la discriminación basada en clase, privilegios sociales, raza/etnia, casta, género, ocupación, religión y edad. El sistema alimentario neoliberal, movido por el beneficio empresarial, contribuye a muchos de estos problemas y además es inadecuado para resolverlos.

En cambio, las comunidades de base de pequeños productores y ciudadanos de diversos grupos marginados, ignoradas en gran medida por el Estado en sus respuestas a la crisis, se han unido para aportar sus propias soluciones. Sobre la base de la práctica, se articularon varias demandas.  En general, las respuestas políticas deben basarse en un enfoque integral de los derechos humanos, que reconozca la capacidad de acción de los más afectados, como titulares de derechos, y la responsabilidad de los gobiernos como garantes de derechos.

Estos movimientos exigen que, a corto plazo, el suministro de ayuda alimentaria de emergencia apoye los sistemas, las culturas y las iniciativas alimentarias locales. No debe convertirse en otra vía para que las grandes empresas distribuyan productos ultraprocesados. Los pequeños productores deben disponer de insumos a escala nacional, como semillas autóctonas y biofertilizantes, para poder alimentar a sus comunidades. Es necesario y urgente que los enormes beneficios de las grandes empresas y la riqueza extrema tributen, de modo que puedan financiarse las políticas sociales.

A medio plazo, los movimientos exigen una normativa que ponga fin a la especulación alimentaria y refuerce las competencias de las autoridades reguladoras de los mercados y las finanzas. Reclaman el fin de la deuda ilegítima, destacando la necesidad de reestructurar y cancelar las deudas privadas y públicas de los países en desarrollo. Es fundamental una moratoria sobre el uso y la transformación de materias primas agrícolas para fines no alimentarios, como los agrocombustibles.

A largo plazo, debemos romper la dependencia de las importaciones de alimentos y apoyar el aprovisionamiento doméstico de alimentos, transformar los sistemas alimentarios mediante la agroecología e implantar la soberanía alimentaria. Esto requiere sistemas de gobernanza que garanticen los derechos humanos y el multilateralismo democrático.

En la práctica, esto exige medidas para limitar el poder corporativo. El comercio y la inversión deben reorientarse para que estén al servicio de las personas y a las sociedades, no de las grandes empresas. Hay que poner fin a los Tratados de Libre Comercio (TLC) y desmantelar los acuerdos existentes de la OMC.

También hay infinidad de medidas positivas que pueden encaminarnos hacia estos objetivos a largo plazo, por ejemplo: la utilización eficaz de la contratación pública y las reservas alimentarias; la creación de mercados territoriales; la reactivación de los cultivos y razas autóctonos; la reforma agraria integral y popular y el compromiso de aplicar la declaración de la ONU sobre el derecho de los campesinos y la población de las zonas rurales y la declaración de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas. En general, necesitamos un mayor control democrático de los sistemas alimentarios a todos los niveles.

Cuadro 2

Nuestro futuro es público

Del 29 de noviembre al 2 de diciembre, más de mil representantes de más de cien países, procedentes de movimientos de base, organizaciones de defensa, de derechos humanos y de desarrollo, movimientos feministas, sindicatos y otras organizaciones de la sociedad civil, se reunieron en diciembre de 2022 en Santiago de Chile, y de modo virtual, para debatir sobre el papel fundamental de los servicios públicos para nuestro futuro[2] . Cientos de organizaciones del sector de la justicia socioeconómica y los servicios públicos, desde la educación y la sanidad hasta los cuidados, la energía, la alimentación, la vivienda, el agua, el transporte y la protección social, se reunieron para abordar los efectos perjudiciales de la comercialización de los servicios públicos, reclamar el control público democrático y volver a imaginar una economía verdaderamente igualitaria y orientada a los derechos humanos que trabaje para las personas y el planeta.

Por primera vez desde que se inició este proceso hace unos cinco años, la alimentación ha formado parte de esta conversación. Puesto que la alimentación no es un servicio público, en este diálogo sectorial exploramos las conexiones entre los servicios públicos, así como las políticas públicas necesarias para hacer realidad el derecho a la alimentación. Asimismo, nuestro diálogo trató sobre lo que queremos decir cuando reclamamos lo público y cómo democratizar la economía a través del fortalecimiento de la transición agroecológica.

En nuestras conclusiones destacamos que la alimentación es tan esencial para nuestra supervivencia y bienestar, que debe estar en el centro de las políticas y servicios públicos. La alimentación está indisolublemente unida a la salud, los cuidados, la educación, el trabajo, el transporte, el agua, el clima, la agencia política y la democracia participativa.  La alimentación debe ser priorizada como un derecho humano, en el marco de una comprensión integral, compleja e interdependiente de los derechos humanos, donde es esencial incluir los derechos de todos los pequeños productores de alimentos, trabajadores y mujeres, incluyendo los derechos colectivos y el derecho a la soberanía alimentaria. Los sistemas alimentarios son el vehículo para la reproducción continuada de los ciclos de la vida, haciendo que la salud humana sea indivisible de los sólidos cimientos ecológicos de la Madre Tierra.

Se ha lanzado un llamamiento fuerte a la unión entre sectores, regiones y movimientos para formular estrategias comunes y nuevas alianzas para hacer realidad la soberanía alimentaria, la transición a la agroecología en todo el mundo y garantizar que se respeten los derechos de todos los actores implicados en los sistemas alimentarios. En particular, hablamos del papel de la reforma agraria en las transiciones agroecológicas, de la importancia de la dimensión del cuidado en los sistemas alimentarios, del papel de la compra pública de alimentos para las instituciones públicas (escuelas, hospitales, prisiones, etc.) y de la necesidad de reforzar y coordinar mejor nuestras campañas actuales contra los agrotóxicos.


[1]  Más información e informe completo aquí.

[2]  Leer «Nuestro futuro es público: Declaración de Santiago por los Servicios Públicos»

Destacados

Destacados 1

Atrapados por los mercados

El mundo se enfrenta a la tercera crisis alimentaria mundial de los últimos 50 años, que hará aumentar enormemente la inseguridad alimentaria y económica de cientos de millones de personas en todo el mundo. Los últimos informes sobre el estado de la inseguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (informe SOFI, por sus siglas en inglés) atestiguan el fracaso de los esfuerzos mundiales para acabar con el hambre, la desnutrición y la inseguridad alimentaria, que han aumentado desde 2014. 

Los responsables políticos atribuyen esta sombría realidad a la recesión económica provocada por la pandemia de la COVID-19, a la aceleración del cambio climático y a la guerra rusa contra Ucrania. Es evidente que la pandemia ha provocado un aumento alarmante del hambre, la inseguridad alimentaria, la pérdida de empleo y de ingresos, la pobreza y la desigualdad. Pero los informes SOFI muestran los elevados niveles de hambre en el mundo incluso antes del impacto de la pandemia en 2020.  La guerra de Rusia en Ucrania ha perturbado las exportaciones de cereales y las cadenas de suministro de la región del Mar Negro, produciendo una subida desorbitada de los precios de los cereales, la energía, los fertilizantes y otros productos.  Pero los responsables políticos desdeñan el papel que juegan los mercados de materias primas, las empresas del agronegocio y los inversores financieros, que provocan la volatilidad de los precios de los alimentos y la vulnerabilidad de nuestras economías ante crisis alimentarias recurrentes.

Las estructuras de mercado, las normas y los acuerdos comerciales y financieros, son clave para estas crisis recurrentes, porque refuerzan un sistema alimentario industrial mundial dominado por las empresas y permiten la concentración vertical y horizontal del mercado, así como la especulación financiera en los mercados de materias primas. En las últimas décadas, las grandes empresas financieras han invertido en la producción, la transformación, la venta al por menor de materias primas, la tecnología digital agroquímica, la logística (transporte y almacenamiento) y las transacciones de tierras a gran escala, y se han ido convirtiendo en las caras ocultas del acaparamiento de tierras, agua y recursos y de la desposesión rural.

Según Michael Fakhri, Relator Especial de las Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación, «… los precios de los alimentos se están disparando, no por un problema de oferta y demanda como tal, sino por la especulación de precios en los mercados de futuros de materias primas». 

Las respuestas nacionales a la crisis han variado en función de las reservas de alimentos, las capacidades de producción, los niveles de endeudamiento y el poder adquisitivo. Los países de renta baja importadores de alimentos afrontan múltiples problemas de gran endeudamiento, depreciación de la moneda, e insuficiencia de fondos e infraestructuras para fomentar la disponibilidad de alimentos producidos localmente. A medida que la guerra se prolonga, más países restringen las exportaciones para satisfacer las necesidades internas, lo cual es comprensible, pero ha contribuido aún más al aumento de los precios de los productos básicos agrícolas.

Las respuestas multilaterales a la crisis han dado prioridad al funcionamiento de las cadenas mundiales de suministro de productos básicos e insumos agrícolas (especialmente fertilizantes), eliminando las prohibiciones/restricciones a la exportación y apoyando una mayor liberalización del comercio y la inversión. No se han propuesto medidas para detener la especulación con los alimentos, regular los mercados agrícolas y desconcentrar los mercados agroalimentarios del dominio de las grandes empresas.

Más información:

FAO, FIDA, UNICEF, PMA y OMS. 2021. El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2021. Transformación de los sistemas alimentarios para que promuevan dietas asequibles y saludables. Roma: FAO.

FAO, FIDA, UNICEF, PMA y OMS. 2022. El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2022. Adaptación de las políticas alimentarias y agrícolas para hacer las dietas saludables más asequibles. Roma: FAO.

Reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en formato Arria sobre Conflictos y Hambre. Relator Especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación Michael Fakhri, en inglés, 21 de abril de 2022.

La Crisis Alimentaria Mundial, esta vez , Focus on the Global South, en inglés.

¿Se está viniendo abajo la cadena de valor mundial? Focus on the Global South, en inglés.  

El Multilateralismo favorable a las grandes empresas y la inseguridad alimentaria, Focus on the Global South, en inglés.

Destacados 2

Cinco soluciones reales a la crisis alimentaria en África  

La llegada de los primeros europeos a las costas africanas sembró la semilla de la crisis alimentaria. Decenas de millones de africanos fueron llevados al Caribe para procesar productos básicos, principalmente azúcar. Antes de la llegada de los europeos, África tenía un sistema socioeconómico y alimentario bien gobernado y próspero. Durante el colonialismo, el objetivo pasó a ser la extracción de materias primas africanas para alimentar la industrialización europea. Esto limitó la producción de África a unos pocos productos básicos de exportación, impidiendo la diversificación de los sistemas agrícolas orientados al desarrollo local y los mercados regionales. Con la independencia, la deuda contraída a través de inversiones impulsadas por los donantes, los programas de ajuste estructural del FMI y una mayor dependencia de los recursos externos, incluidos los alimentos, ha obstaculizado los mecanismos internos de autoorganización y crecimiento.

La COVID y la guerra de Rusia en Ucrania han agravado la crisis alimentaria de África. Los costes de los alimentos, los insumos agrícolas y el combustible se han disparado. ¿Cómo saldrá África de este atolladero? ¿Cómo puede África producir suficientes alimentos nutritivos y sanos, salvaguardando al mismo tiempo su cultura alimentaria y garantizando la justicia en su sistema alimentario sin perjudicar al medio ambiente?

Afrontando la narrativa

Debemos desacreditar la narrativa de la revolución verde, que contempla el sistema alimentario africano únicamente a través del prisma de la productividad. Según este relato, la solución está en aumentar la producción de alimentos ricos en calorías, principalmente tres cereales, maíz, arroz y trigo, mediante un mayor uso de agroquímicos tóxicos y semillas híbridas/OMG, asignando grandes extensiones de tierra a la agroindustria. Más que aumentar la productividad, esto perjudica la seguridad alimentaria, el medio ambiente, agrava la deficiencia nutricional y erosiona las culturas alimentarias y los derechos humanos. ¡Hay que acabar con esto!

Adoptar la agroecología

Múltiples informes de investigación y visitas personales sobre el terreno a explotaciones agrícolas gestionadas en armonía con la naturaleza -combinando los conocimientos locales con la ciencia de vanguardia- han demostrado que es posible producir alimentos más nutritivos sin perjudicar al medio ambiente. La agroecología responde a las numerosas crisis a las que nos enfrentamos tanto a nivel humano como planetario. Para evitar el desastre, África debería adoptar la agroecología.

Reducción de la deuda

La carga de la deuda agrava el hambre y restringe gravemente la inversión agrícola en África. Sólo unos pocos países han asignado el 10% de su PIB a la agricultura. Treinta y tres países africanos forman parte de los Países Menos Adelantados, y la mayoría están fuertemente endeudados. Los gobiernos africanos se están hundiendo en la deuda por la crisis climática y están invirtiendo préstamos condicionados en falsas soluciones de adaptación. Según Naciones Unidas, los países podrían pagar 168.000 millones de dólares más en los próximos diez años por ese tipo de programas de adaptación.  Debemos abogar por la reducción y la reestructuración de la deuda.

Una política alimentaria adecuada

Necesitamos una política alimentaria a escala continental y nacional y sistemas de gobernanza que den prioridad a una dieta sana y sostenible para todos. Esto garantizará la coherencia de las políticas y establecerá una estructura de gobernanza para su aplicación. El tipo adecuado de política alimentaria da prioridad a las personas sobre los beneficios, combate el dumping alimentario y promueve el cultivo y consumo de alimentos locales saludables.

Apoyo a los mercados territoriales y a las iniciativas agroecológicas

El paisaje africano tiene infinidad de mercados territoriales. Para muchas comunidades pequeñas, hacen las veces de centros económicos, culturales y políticos. Estos centros deben construirse para promover la gastronomía local y luchar contra las crisis. Durante la COVID 19, muchas comunidades rurales dependían de los mercados territoriales. En paralelo con esto, debemos ayudar a los crecientes emprendedores agroecológicos a encontrar soluciones para hacer llegar alimentos sanos a los consumidores y proporcionar empleo a millones de jóvenes africanos, en su mayoría mujeres y niñas.

El legado colonial y el control de nuestro sistema alimentario por parte de las élites no desaparecerán por desearlo. Debemos organizarnos, definir nuestra estrategia y luchar por el cambio. El movimiento debe proponer soluciones, centrarse en la transición agroecológica y demostrar su eficacia. Para hacer frente a la crisis alimentaria, el movimiento debe promover la producción y el consumo de alimentos sanos.

Sólo la soberanía alimentaria, que promueve la autosuficiencia y el control local, puede ayudarnos a evitar la inminente catástrofe alimentaria.

Boletín núm. 51 – Editorial

Soluciones desde los movimientos de base a la crisis alimentaria mundial

Ilustración: Carlos Julio Sánchez para LVC.

En 2008, numerosos expertos -de campesinos y campesinas a responsables políticos- advirtieron de una «tormenta perfecta» de crisis en el sistema alimentario industrial. Nuestros movimientos ya habían dado la voz de alarma sobre el creciente control de las grandes empresas, la financierización de los alimentos, el acaparamiento de recursos, la injusticia económica y la destrucción de los territorios de los pequeños productores de alimentos por parte de los productores a gran escala de productos básicos, profundamente dependientes de los combustibles fósiles y otros insumos extraídos. Quince años después, constatamos que las crisis son un fenómeno recurrente en el sistema alimentario capitalista. La intensificación de los impactos medioambientales, las guerras y conflictos por los recursos, el aumento de la deuda, las injusticias estructurales y las desigualdades están agravando los efectos sobre nuestros pueblos.

Nuestra respuesta a las crisis alimentarias sigue siendo la soberanía alimentaria. Ahora es más necesario que nunca que nuestras comunidades y países se centren en la producción agroecológica de alimentos. Como muestra esta edición, tenemos multitud de propuestas de solución prácticas y políticas, pero debemos crear poder para luchar contra las grandes empresas extractivas y que se rigen por el lucro, para que no se apoderen de nuestro sistema alimentario. La crisis alimentaria es solo un aspecto de una serie de factores más profundos que están causando crisis superpuestas de destrucción ecológica, el auge reforzado del patriarcado y la creciente criminalización, en connivencia con el capital,  de los defensores de los derechos; factores que están impregnando todos los aspectos de nuestras vidas, desde la alimentación hasta el compromiso social y nuestras interacciones con la naturaleza.

Muchos movimientos han hecho causa común para afrontar las causas de estas crisis múltiples e interconectadas; también han demandado justicia climática, que se ponga fin a los combustibles fósiles, haciendo recaer la responsabilidad en primer lugar en las naciones desarrolladas, responsables históricas de la contaminación, y después en las élites consumidoras de todo el mundo; han demandado la cancelación de la deuda ilegítima y la revocación de regímenes comerciales, de inversión y fiscales injustos. Los movimientos feministas nos muestran el camino hacia la economía de la vida y del cuidado, la justicia interseccional y la construcción de poder político. Los movimientos antirracistas, decoloniales, por la paz y contra la opresión, nos muestran nuevos imaginarios de comunidad, evocando en nosotros las antiguas prácticas de solidaridad de campesinos, mujeres, pueblos indígenas, pastores, pescadores y trabajadores, y la urgencia de la solidaridad con los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo.

Conscientes de que debemos construir y fortalecer nuestros movimientos desde la base, y buscar cohesión a través de todas las regiones y pueblos que se enfrentan a la injusticia, convocamos el proceso Nyéléni 2021 – 2025 para ofrecer espacios de encuentro. Invitamos a todos los movimientos a unirse a nosotros. Soberanía alimentaria ¡ya!  

AFSA, Focus on the Global South y Amigos de la Tierra Internacional